La necesidad de llevar realismo a las producciones cinematográficas ha permitido la aparición y el desarrollo de la tecnología 3D que busca dar la percepción de tres dimensiones (ancho, largo y profundidad), a través del ligero distanciamiento entre los dos ojos, de modo que captan las imágenes desde ángulos distintos.
La combinación de imágenes individuales vistas por cada ojo es lo que genera una sensación de profundidad y dimensión como resultado de un procesamiento mental o cerebral que estimula a un esfuerzo extra, que causa en muchos casos molestias, mareos, visión doble y náuseas, por lo que grandes fabricantes tecnológicos como Sony, Toshiba y Nintendo ya reconocen que la tecnología 3D puede afectar la vista y no se recomienda su uso para niños de 6 años o menos, porque causa deshidratación de los globos oculares, dificultad para mantener el equilibrio y de forma concluyente en muchos casos, serios problemas visuales. Además, existe también el riesgo de transmitir enfermedades en los ojos o en la piel, como conjuntivitis u hongos cuando las gafas son utilizadas por varias personas, sin ser desinfectadas entre una y otra, como a veces pasa en los cines que ofrecen salas 3D de nuestro país.
Es recomendable que al ver una película en 3D se conserve una distancia de al menos tres veces la diagonal de la pantalla, además de abstenerse de ver varias horas consecutivas de contenido en 3D o hacer pausas cada 30 minutos.
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